ROZANDO LA PERFECCIÓN (Agrigento y Escala del Turco)

11 de julio, viernes
Rozamos la perfección…divina y humana.

Recorrido:  Sciacca-Agrigento- Puerto Empedocles (La Escala del Turco).
Pernocta:  Área de autocaravanas de Porto Empédocle. N37º17’ 20"”;E13º 29’ 33”
Aparcamiento del Valle de los Templos en Agrigento: 37º17’19”N; 133 34’54”E)

Noche estupenda, incluso por primera vez en el viaje me he tenido que tapar con la sábana. Pienso en la  posibilidad de quedarnos aquí hasta media mañana descansando y salir después para la escala del Turco, verla y después dedicarnos también al reposar ya que llevamos algo de adelanto. Pero pensándolo con detenimiento concluimos  que la playa no es una maravilla y que lo que hay que hacer es avanzar tranquilamente, así que nos desperezamos, yo más rápido que Angel, y decidimos dirigirnos directamente al Valle de los Tempos. Podemos luego dedicar la tarde a despanzurrarnos tranquilamente si encontramos un sitio adecuado.


Así que cargamos/descargamos agua y nos despedimos cariñosamente de la persona que atiende esta área.

Al levantarme he puesto el navegador, y esta vez, en poco tiempo ha encontrado la señal. Parece que el “castigo” de ayer ha surtido efecto.

Ponemos rumbo a Agrigento donde llegamos una hora escasa después. Es un amplio aparcamiento (37º 17’ 19”N; 13º 34’ 54”E),  un secarral, como todos, con maquinita para pagar. A la salida nos ofrecen guía...en italiano, francés, inglés, alemán....pero no en español. Nos dicen que podemos tomar un taxi que vale 3 euros por persona que nos sube arriba del todo salvando una distancia de cerca de 2 kilómetros y que  luego podemos hacer el recorrido de los templos bajando.  No lo pensamos mucho recordando que ayer en Senilunte se nos hizo muy pesada la vuelta.

En escasos minutos nos depositan arriba donde hay otro aparcamiento pero ninguna autocaravana, por lo que deducimos que, o no se puede circular hasta llegar, o sencillamente no se puede aparcar.  Allí compramos la entrada, 6 euros y un plano que nos resulta de gran ayuda, ya que el libro, aunque es bueno, es escaso. 1 euro más. Y caminamos hacia arriba.

La antigua ciudad ocupaba una espléndida posición panorámica, una altiplanicie. Estamos  en el complejo arqueológico más importante del mundo junto con Atenas y Roma. Fundada por los griegos adquiere el máximo esplendor con los cartagineses. Después fue romana y se desconoce cuando se produjo su destrucción.

Y llegamos  al tempo de Juno igual de hermoso que todos los que hemos ido viendo hasta ahora, de enormes fustes dorados que se elevan hacia el cielo y desde donde se tienen unas extensas y hermosas vistas.


Y descendemos al siguiente, dejando a nuestra izquierda restos de las antiguas fortificaciones perforadas por los nichos y la necrópolis paleo-cristiana y bizantina que invadió la zona al final de la época pagana.  Y llegamos al Templo de la Concordia......el mejor dórico del mundo.

Y realmente lo es. Es magnifico, impresionante, de dimensiones equilibradas, elegante, sobrio, roza....casi la perfección. Sus proporciones y su belleza formal lo convierten en una de las obras maestras en su estilo.  El sol lo ilumina y sus doradas columnas que se elevan majestuosas contrastan con el azul del cielo.


Además, durante varios minutos lo podemos disfrutar y fotografiar casi en completa soledad. Todo un lujo que saboreamos con auténtico deleite.  Parece que los cruceros no llegan a este puerto para soltar autocares de turistas, y por el día de la semana, el turismo local tampoco ha llegado. Todo parece conjugarse para  engrandecer aún más, si es posible, la belleza de esta obra que contemplamos y que con sus casi 2.500 años nos contempla silenciosa, orgullosa, única, perfecta….

Me acuerdo de mi jefe, quien me confesó su debilidad por el dórico y tomo algunas fotografías para él con el teléfono para luego enviárselas por WhatsApp. A sus pies, un poco mas abajo, aparece caída la gigantesca estatua de bronce de Ícaro y nos fotografiamos junto a ella. El conjunto de esta estatua oscura, contrastando con el dorado templo que a su vez se recorta en el azul del cielo es casi inmejorable.

Continuamos descendiendo por una amplia y cómoda Vía,  dejando a nuestra izquierda lo que en su día fueron murallas.

Y me parece oir música a lo lejos. Me vuelvo y descubro un grupo de seis jóvenes que bajan tocando tambores. Piden dinero. Parecen de una peña o cofradía porque dan estampitas a cambio de unas monedas.  Como nos persiguen durante nuestro recorrido llegan a hacerse casi molestos y  dan ganas de darles algo pero  para que se vayan porque si al principio resulta una curiosidad, luego se hacen algo molestos y tanto tambor retumba en la cabeza.


A la izquierda del camino aparece una necrópolis paleocristiana  bizantina bastante grande. Seguimos descendiendo hasta encontrarnos ya frente a los restos del Templo de Hércules o Heracles, el más antiguo de los templos aquí construidos. Sus ruinas muestran claramente que su destrucción se debió a un terremoto. Aquí observamos unas profundas hendiduras en el suelo de la roca, como si fueran raíles y al preguntar nos dicen,  o creemos entender, que eran para los carros empleados en la construcción del templo y que transportaban las piedras.

Salimos de este recinto por la puerta IV o Áurea para, tras cruzar la carretera, entrar en otro. Lo más destacable de éste son los restos del colosal tempo de Zeus Olímpico, uno de los mayores edificios de la arquitectura griega. 

Entre sus columnas se encontraban unas impresionantes estatuas gigantes, de más de siete metros y medio, los llamados “Atlantes”, hasta un total de 38 que contribuían a sostener el peso del techo. Un terremoto lo destruyó, el mismo que el de Hércules y que posiblemente destruyó también los templos de Senilunte. Ahora solo queda un enorme montón de ruinas después de
llevarse a mediados del XVIII materiales para construir los muelles de Puerto Empédocle. Hay una copia moderna de uno de estos “Atlantes”, ya que el original fue traslado al museo y que es el más reconocible, porque los demás únicamente se intuyen. 


Terminamos nuestra visita en el famoso santuario de las divinidades subterráneas o de la Tierra (Deméter y Perséfone) donde destaca el pintoresco grupo de cuatro columnas con elementos del arquitrabe superior,  fruto de una recomposición y a partir de la cual el templo fue llamado impropiamente de Cástor y Pólux o de los Dioscuros.

Bajo un sol de justicia y notando ya mi espalda muy caliente, un poco después de las 13 horas salimos por la puerta V dando por terminada nuestra visita que había comenzado casi tres horas antes. Comprobamos que estábamos cerca del aparcamiento inicial donde habíamos estacionado la autocaravana. Aunque habíamos dejado cosas que ver, el recorrido hecho incluía lo que parecía más interesante y más cercano o de mejor acceso, aunque seguro que alguien podría corregir esta opinión.

En nuestro regreso dos jóvenes españolas, un poco desorientadas, nos preguntan por el lugar donde adquirir las entradas. Les damos una breve información que agradecen, como la posibilidad de hacer lo mismo que nosotros, tomar un taxi y hacer el recorrido solo de descenso aunque ellas deciden subir y luego descender por el mismo sitio. Nosotros a su vez aprovechamos para preguntarlas por  el tráfico en Agrigento ciudad. Nos dicen que cuando ellas habían salido era bastante denso.

Ya en la autocaravana miro lo que habría que visitar en la ciudad y consideramos que no tiene la suficiente relevancia como para adentrarnos en lo que parece una gran ciudad, circular por ella para luego buscar un aparcamiento suficientemente cómodo donde dejar la autocaravana, así que  descartamos ir para poner rumbo directo a un área en la Escala del Turco, en Puerto Empédocle.

Le marco al navegador las coordenadas del area (N37º17’ 21.36”;E13º 28’ 42.40”). Son alrededor de las 13.30h. Nos traza la ruta (hemos decidido no apagarlo para que no nos deje tirados esperando la señal de GPS).

(Breve inciso para añadir que Jordi, que llegó siguiendo estas indicaciones me sugirió una corrección en las coordenadas. Volví a consultar la página de campingcarinfos y transcribo las que allí vienen ya que los franceses suelen ser muy precisos: 37º17'20"N; 13º29'33"E)

En nuestro camino y frente a una gasolinera encontramos un supermercado, el “pagh poco” y paramos a comprar pan. Y en este pequeño supermercado encuentro la crema de pistacho (que nos recomendó Belén y que esta buenísima) pero en vez de a 6 eurazos como pague en Cefalú, aquí exactamente la misma a  3,49 €, así que me llevo dos. También pesto de pistacho para unos macarrones además de pan.

Encontramos el area sin problema. Es un lugar agradable, sin sombra, sobre suelo de graba y en primera línea de playa, a la que  se accede por unas escaleritas de seis peldaños. Pero de nuevo hace mucho viento lo que me disuade de darme un baño, a pesar de haberme achicharrado bajo este sol (me olvidé de darme protección solar), pero  no así a  Angel que sí se lo da aunque confiesa que el acceso no es bueno, que hay piedras y el agua no estaba muy limpia. Vamos, que como en nuestra Patria, nada. Luego alguien nos confirmó que esta zona Sur de la Isla está muy azotada por el viento.

Nos instalamos en un lugar casi vacío. 20 euros, con wi-fi gratuito y una “naveta” que lleva al Valle de los Templos aunque hay que abonar el correspondiente importe. Dispone de todos los servicios.. Las duchas de agua caliente a 1 euro. Pregunto por donde está la escala de Turco y me dicen que hacia el oeste a 20 minutos paseando por la playa, así que después de comer y descansar un poco nos daremos un agradable paseo hacia lo que parece un lugar con magia según las fotografías que he podido ver, pero del que no he encontrado nada en las guías de turismo consultadas.

Hemos comido, descansado y conectado a internet poniéndonos al día con los chicos que siguen en su rutina diaria, aunque aquí el  wi-fi parece ser como los sicilianos: va y viene de forma anárquica y arbitraria, así que cuando veo que tengo...ataco.

Después nos pusimos en marcha hacia la Escala del Turco. El aire sopla sin piedad y caminamos a lo largo de la playa hasta llegar a una pequeña población. Después continuamos dejándola atrás como nos habían dicho hasta ver un acantilado blanco. Nos acercamos a él. Pienso que eso va a ser todo pero según nos acercamos, vemos descender gente por una rampa completamente blanca. A la derecha, la pared es irregular, con formas redondas y también es blanca. Ascendemos por ella. Según lo hacemos vamos dejando a  nuestra derecha una pared de un blanco casi inmaculado que gana altura poco a poco y a nuestra izquierda el azul del mar. 

Pero cuando llegamos arriba....lo que contemplamos nos deja boquiabiertos. A nuestra derecha una gran pared blanca se levanta hacia el cielo cayendo hacia la playa. Las paredes son casi verticales, con protuberancias o irregularidades redondas y suaves, y a la izquierda, el mar. Las olas se estiran a lo largo de la playa hasta que mueren en ella lamiendo esta blanca belleza.  

 Me quedo tan sorprendida por el impacto visual que recibo  que no puedo reprimir lanzar una exclamación que llama la atención de los pocos que allí están.   Y es que me he quedado atónita por la belleza que contemplo…y una vez más...esto me gusta.  Y confieso que cada vez más, porque me siento como una niña por no haber perdido esa capacidad de sorprenderme con pequeñas o grandes cosas y de sentir intensamente las emociones que despiertan y que provocan. Me rejuvenece.
En fin. Admiramos algo que nos parece único, sobre todo comparado con los acantilados del Mons Klint que visitamos el año pasado al Este de la costa  danesa y con mayor publicidad. Aquéllos eran hermosos, pero éstos....es otro tipo de belleza, mas autentica, mas profunda. Es curioso que no haya encontrado nada en las guías de turismo sobre este lugar. Lo he leído en relatos de otros viajeros que antes que yo han encontrado este lugar.

Permanecemos un rato contemplando y llenando nuestros ojos con ella.

Tres personas nos oyen hablar y nos preguntan de dónde somos. Resulta que su hija, que va con ellas, estudia medicina en la Alfonso X el Sabio de Villanueva de la Cañada a pocos kilómetros de nuestra casa en Madrid. Nos dicen que en la “tramonta” o  puesta de sol, todo el acantilado adquiere un color rosado. Yo me siento tentada a esperar, pero aún quedan 45 minutos para que esto ocurra  por lo que Angel me disuade y  decidimos regresar y dado que el sol no estaba iluminando la rampa de acceso inmaculadamente blanca, pensamos regresar a la mañana siguiente antes de partir.

A la vuelta nos cruzamos con grupos pequeños,  sobre todo de jóvenes, que suponemos que van a disfrutar de ese atardecer que imagino único.

Recogemos alguna que otra concha curiosa y caracoles y regresamos en sereno y tranquilo paseo por la playa hasta el área. Cenamos y pronto, como siempre, nos vamos a dormir.

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