Ahora no recuerdo como llegué a decidir el destino
de este verano. Nunca había pensado en él, ni siquiera cuando nuestros amigos
Rafa y Cristina lo hicieron en su día hace ya algunos años. Estaba pensando en
regresar a Reino Unido y también retomé la idea de visitar Córcega o Cerdeña,
más populares y también desconocidas para nosotros, pero no recomendadas para el verano por la
estrechez de sus carreteras y lo transitadas que están en temporada estival.
Entonces también pensé en regresar a Italia. Nos quedamos en Nápoles hace 30
años y ni siquiera pudimos visitar Pompeya dedicándole el tiempo necesario. Y
de pronto pensé en Sicilia.
Así que lo primero que hice fue “tantear” en el foro
de acpasión (http://acpasion.net/foro/forum.php)
buscando información, pero para mi
sorpresa, encontré muy poca.
Desde estas líneas gracias a la gente que me ha
facilitado información de todo tipo y que de una manera u otra ha contribuido a
que ahora me encuentre en el ferry que salió de Barcelona a las 22 horas de
ayer y que ahora, a las 12,20 ha dejado el desértico y nada acogedor Puerto
Torres en la isla de Cerdeña (Neus, Martitar, Dumba, Uraburu, Monstruito,
Finale L , Carlos –Pirineos- y Tito
Santana, y si me olvido de alguien, que no se ofenda y sepa disculparme).
Este destino parecía completamente distinto al del
verano pasado, Noruega. Aquí, el fresco sería sustituido por el calor, y los
paisajes, por la arqueología, la arquitectura y la historia. Y los fiordos, por
volcanes. Y la información que fui recogiendo me iba sorprendiendo y a la vez,
atrapándome. Decidí que sería nuestro destino para este verano. Sin duda
alguna.
De la información
que me aportó mi amigo Jesús y de la lectura de otros que me habían precedido,
y haciendo cuentas yo misma, deduje que
por un poco más de dinero podíamos hacer el recorrido de Barcelona a Roma
(Civitavecchia) en barco aunque empleando más o menos el mismo tiempo. A
cambio, iríamos y regresaríamos
descansados y nos evitaríamos las terribles autovías italianas del
norte, sobre todo Génova, de gran intensidad de tráfico con enormes camiones.
Así que sin demorarme mucho me decidí por comprar
los pasajes a la compañía Grimaldi
(http: www.grimaldilines.com) que antes del mes de mayo ofrecía descuentos a
los que podía sumar otro adicional por ser socio de la PACA, por lo que dos
pasajes con un camarote exterior para los dos personas y autocaravana incluida, ida y vuelta salieron
por unos 800 euros. El camarote era para cuatro personas, por lo que si lo
hubiéramos completado nos habría salido más barato. La otra opción más
económica era compartirlo, yo con tres desconocidas y Angel con otros tres
desconocidos lo que no me sedujo nada, así que me decidí enseguida.
Notas breves sobre la Isla
Seguridad: en ningún momento hemos tenido sensación de inseguridad
Clima: Siempre lo temo por que
no lo llevo bien, pero no ha sido agobiante. Hemos podido descansar sin problemas y
hacer nuestras visitas relativamente cómodos. Es curioso, pero ahora puedo
decir que hemos pasado más calor visitando Budapest y Viena que Sicilia, quizás
porque esta Isla esté más preparada para el calor que estas dos ciudades
centroeuropeas.
Conducción: Merece una especial mención. No existe norma que no se salten a su antojo y hay que ir con mil ojos. La señalización a veces es confusa, sobre todo en las rotondas y las motos campan a sus anchas y hay que tener especial cuidado cuando se entra en pueblos o ciudades pequeñas. Mejor seguir las indicaciones que aconsejan por donde circular a los camiones, aunque no lo seamos. Podremos evitar problemas.
Pernocta: siempre la hemos hecho en areas, excepto en el Etna, pero acompañados de más autocaravanas. Nunca solos. El precio medio es de 20 euros y suelen tener todos los servicios. Las hay inmejorables pero también deplorables. Los agroturismos son lugares totalmente aconsejables y algunos tienen, además de todos los servicios para autocaravanas, restaurante.
Hacer una breve mención a la limpieza de ciertas ciudades, como Palermo. En general, son sucias y de aspecto muy descuidado, pero como es una isla de contrastes, también otras muy cuidadas y limpias (Siracusa o Erice). El carácter de sus gentes suele ser algo anárquico y explosivo pero suelen ser amables, hospitalarios y muy comunicativos.
Partimos.
Miércoles 2 de
julio
Sobre las 16h dejamos Madrid rumbo Zaragoza. No
teníamos ninguna prisa ya que el embarque estaba previsto para las 20 horas del día siguiente. Disponíamos de
día y medio para recorrer los poco más de 600 km que nos separaban de
Barcelona.
Aunque en un principio habíamos pensado dormir en el
área de Calatayud, las 19 horas –hora a la que estábamos allí- nos pareció algo temprano, por lo que
continuamos una hora más y buscamos un sitio cerca de Zaragoza, que encontramos
en un lugar llamado la Cartuja Baja.
Aparcamos cerca del colegio público, en la calle, a
las afueras en un lugar que nos pareció muy tranquilo. Estiramos un poco las
piernas y descubrimos un sitio la mar de curioso ya que en lo que en su día
había sido una cartuja había ahora
viviendas. Parecía que habían construido en su interior y los restos estaban
salpicados por aquí y por allá. Nos
recordó a Spit (Croacia), el palacio de Diocleciano. Ahora viviendas, casas,
parques, y calles recordaban solo por el nombre
las diferentes partes de esta Cartuja.
Cenamos y nos fuimos pronto a dormir hasta las 8 de
la mañana siguiente
Embarcamos
3 de julio.
Jueves
Nos desperezamos con mucha tranquilidad, desayunamos
y le dimos las coordenadas del puerto al navegador instalado en la nueva
tablet, pero...no encontraba la señal de GPS. Esperamos, apagamos,
encendimos...comprobamos que el mismo navegador instalado en el teléfono móvil
funcionaba a la perfección, pero éste...Lo mismo nos pasó hace un par de meses
en Aguilar de Campoo, pero se pasó.
Así que decidimos salir usando el del teléfono y
esperando que se le pasara la “tonteria” pero no fue así, hasta que decidí
parar y poner en vez del tom-tom el Sygic. Este programa encontró enseguida los
satélites e inmediatamente después el tom-tom “despegó”. No me gustaba esto.
Casi solos, condujimos comiéndonos literalmente los
300 kilómetros que nos separaban de la ciudad de Barcelona parando únicamente a
repostar.
Y llegamos al puerto un poco después de las 13
horas. Nos dirigimos a la oficina de la Grimaldi a por las tarjetas de embarque. Recogimos
tres cartoncitos pequeños con códigos de barras, dos que eran las llaves de la
puerta del camarote y uno para la autocaravana. Tan solo eran las 13,30 h y el
aparcamiento de la Grimaldi estaba completo. Decidimos esperar a ver si se
liberaba algún hueco, lo que no ocurrió por lo que decidimos buscar uno cercano
que encontramos a unos 500 m, una explanada donde había varios camiones y algún
que otro turismo al precio de 2 euros/hora. Teniendo en cuenta que eran las 14 y que podíamos embarcar a las 18, íbamos a
pagar la bonita cantidad de 8 euros.
Comimos, descansamos un poco y luego fuimos a pasear
por las cercanas Ramblas, como hace poco más de dos años, aunque entonces, era
Diciembre. Y como siempre las encontramos llenas de vida y animación: puestos
de artesanos, pintores, artistas haciendo de las más diversas
estatuas...poblaban esta avenida que recorrimos hasta el mercado de la
Boquería, siempre cuajado de gente, sobre
todo turistas, y donde compramos pan para la noche y el día siguiente.
De vez en cuando tenía fugaces imágenes de cuando estuvimos, aunque entonces,
al ser Navidad, esta avenida se encontraba iluminada. .Tan solo dos años y
medio atrás. Ya no tenía que remontarme a 20 años atrás... o más . Tan solo dos.
Me gustó. Y me sentó bien.
Terminamos de recorrer esta popular y populosa
avenida para deshacer lo hecho y pecar, como no, en un puesto de helados para
disfrutar de uno de avellanas que me supo a gloria. Mal empezaba. De seguir así
podría regresar rodando, ya que la información procedente de distintos lugares
coincidía en la exquisitez de los helados sicilianos.
A las 17 horas habíamos terminado de hacer nuestro
breve recorrido y después de sentarnos a la sombra bajo la cercana estatua de
Colón, decidimos regresar a la autocaravana para iniciar todo el tedioso ritual
del embarque. Así pagamos nuestros 8 euros de aparcamiento y cuando llegamos a
la zona de embarque, ya había media docena de vehículos. El barco aun no había
llegado. Unas cámaras parecen leer las matrículas y automáticamente se abren
las barreras para acceder a la zona de
pre-embarque. Allí, unos empleados nos van dividiendo en dos grupos, los que
vamos a Civitavecchia y los que iban a Puerto Torres en Cerdeña. Mientras,
preparamos lo que nos íbamos a llevar al barco, a lo que dedicamos su tiempo
por falta de costumbre; y en estos preparativos llegó el ferry. Una hora después comenzó el embarque.
Éramos los segundos, y seguíamos a una camper de
matricula francesa. Entramos hasta el fondo de la bodega y a ella la hicieron maniobrar marcha atrás para
meterse entre la pared de la bodega y unos pilares metálicos. Luego un empleado
me indicó que debía colocarme delante de ella, entre la pared y las columnas.
Le comenté que el sitio era reducido pero respondió que al lado tenían que
entrar camiones así que obediente seguí sus instrucciones. En un momento
determinado oí un ruido. ¡Nos habíamos rozado !!!!. Angel, que estaba fuera, se
acercó y comenzó a lanzar improperios a los que me sumé yo. Estaba perpleja. No
me podía creer que este inepto no me hubiera avisado y cuando se lo comenté, y
le recordé que le había dicho que el sitio era muy justo, quizás demasiado,
respondió que yo iba deprisa. Pero ¿Cómo iba a ir deprisa haciendo maniobras en
la bodega de un ferry, y marcha atrás para introducirme en ese ridículo
espacio? A nuestras quejas se sumó el otro autocaravanista que le dijo que yo
no iba deprisa y que el sitio era demasiado justo. En fin, fue un vulgar
arañazo, un daño estético que no parecía afectar a la cerradura de la bodega,
como en principio temimos.
No obstante pedimos hablar con su superior sin ceder
en nuestro enojo. Y desapareció y nos dejó con las mochilas y la bolsa sin
saber ni por dónde subir. A esto
añadimos que el aspecto de la bodega era
bastante deprimente con trastos y restos por todos los sitios. En nuestra
subida habíamos arrastrado un bolsón de plástico negro lleno de basura que
estaba en medio de una rampa.
Preguntamos por donde se subía y buscamos nuestro
camarote. En la recepción relatamos el
incidente comprometiéndose a
respondernos y atendernos cuando los responsables se liberaran de sus tareas
con la partida.
Con mal sabor de boca buscamos nuestro camarote y
aquello nos pareció un laberinto complicadísimo. Pasillos y más pasillos, de un
ancho justo, todos iguales. Cuando los
vimos desiertos me recordó a la película
de “El resplandor”.
Y el camarote nos sorprendió. Cuando lo pedí
exterior, pensé que tendría un pequeño ojo de buey, pero en realidad era una
gran ventana entre las dos camas con
vistas al inmenso mediterráneo. A parte de las dos camas (con otras dos arriba
cerradas), el camarote disponía de su mesilla, un escritorio, dos sillas más y
el baño. Cómodo, limpio y suficiente para dos, aunque para cuatro quizás un
poco justo.
Antes de salir de él decidimos tomar nuestra cena y
a las 22 horas, ya cerrada la noche y en cubierta, comenzamos a dejar el puerto
de Barcelona.
Empezaba nuestro “sueño de verano”.
A la hora de irnos a dormir, el barco seguía moviéndose mucho, demasiado para mí,
tanto que me revolvió algo y la biodramina que había traído era con cafeína.
Pero por suerte el sueño me atrapó pasadas las 24 horas, a pesar del vaivén del
barco y de la vibración que se sentía en el camarote, supongo que de las
maquinas de este impresionante aparato, que no me explico como puede flotar.
Pisamos tierra italiana.
4 de julio,
viernes
Pernocta: Cerveteri. Centro Vacance Sasso (42° 01′ 52.01” N;:
12° 02′ 00.36” E) 10€
Me he despertado a las 5 pero he seguido durmiendo
hasta las 8. Tras una buena ducha, subimos a la cubierta superior donde nos
tomamos un café con unas palmeras.
A un costado del barco comenzamos a ver la isla de
Córcega. El día es gris y la mar está revuelta por lo que el barco se agita . Oigo a una familia española que uno de sus hijos está
vomitando y le ofrezco una biodramina, lo que agradece sinceramente, aunque les
queda poco ya que desembarcan en Puerto Torres, en Cerdeña.
Van con su propio coche a una casa alquilada durante una semana.
Alrededor de las 11,30 llegamos a Puerto Torres.
Una lancha se acerca al ferry y el práctico sube a
bordo. Entonces no lo sabía pero mi curiosidad fue saciada por uno de los
pasajeros, napolitano, y marino mercante, aunque no ejercía como tal. Así me enteré de que era el mismo Práctico el que pilotaba el barco hasta
el muelle, primero porque se conoce el puerto como la palma de su mano, y en
segundo lugar, para evitar posibles
problemas y responsabilidades con los seguros en caso de accidente. También nos dijo que en
el invierno el ferry
hacía el mismo trayecto, pero sin parar en Cerdeña aunque el tiempo invertido era el mismo. Ante mi extrañeza me dijo que en esa época, al ir menos cargado, el gas-oil utilizado era el más barato, y por tanto de inferior calidad, desarrollando una menor velocidad ya que este ferry gasta una media de 50 litros al minuto. Después nuestra conversación versó sobre los italianos, los napolitanos y la costa amalfitana.
hacía el mismo trayecto, pero sin parar en Cerdeña aunque el tiempo invertido era el mismo. Ante mi extrañeza me dijo que en esa época, al ir menos cargado, el gas-oil utilizado era el más barato, y por tanto de inferior calidad, desarrollando una menor velocidad ya que este ferry gasta una media de 50 litros al minuto. Después nuestra conversación versó sobre los italianos, los napolitanos y la costa amalfitana.
Dejamos Puerto Torres rumbo directo a
Civitavecchia.. Y regresamos a recepción a reiterar atención para el incidente
ocurrido la noche anterior en la bodega.
Buenas palabras y que el supuesto
responsable estaba comiendo. Después de manifestarles nuestro enfado,
regresamos al camarote donde dimos cuenta de nuestra comida para después
descansar. Un par de horas después nos reclaman por megafonía. En la
recepción nos muestran una hoja en
inglés que debemos rellenar y donde pone que exculpamos a la tripulación,
compañía, etc., de los daños que haya podido sufrir nuestro vehículo, aunque la
persona de recepción nos dice que cumplimentemos nuestros datos y expongamos
los sucedido y que el operario ha informado que nosotros no seguimos sus
indicaciones. Indignados por ir sumando
más hechos al incidente, doy la vuelta a la hoja y en ella relatamos sucedido.
Le pido que nos devuelva una copia sellada lo que dice que hará después.
A las 17,30 nos piden que abandonemos las
habitaciones y subamos a los salones así que recogemos todo y nos dirigimos al
que parece más cómodo. Pero en el escenario hay un artista con un teclado cantando. Y, sinceramente, la música me
encanta; es más, me parece un regalo de los dioses, pero ésta resultaba molesta,
entre otras cosas, por su volumen, excesivamente alto, así que buscamos otros
sitio más tranquilo donde poder leer un poco hasta que sin nada que destacar
entramos en el puerto de Civitavecchia alrededor de las 19,25h. Pero el
desembarque no empezaría hasta unos quince minutos después.
Regresamos a recepción como podemos ya que los
accesos estaban cerrados y preguntamos por nuestra queja nos dicen que no nos
preocupemos que nos la devolverán debidamente sellada. Mientras esperamos
coincido con cuatro camioneros que me hacen unos comentarios que me ponen los
pelos como escarpias: carreteras malas, mal peraltadas, sin asfaltar, eso por
no sumar el tipo de conducción. A las 19,45h
nos dejan bajar a nuestra cubierta pero aún hemos de esperar a que nos
devuelvan el papel, y nos quedamos solos. Yo me pongo muy nerviosa. No es allí
donde debo estar después de casi 24 h transcurridas desde el incidente. Me
quejo, me desespero, intentan tranquilizarme, amenazo con irme... hasta que
llega un joven y me lo entrega. Lo cojo sin mirar y desciendo al garaje
mientras miro el papel. ¡Y nos han
devuelto una vulgar fotocopia donde no hay sello alguno de la compañía! Más que
indignante, pero debemos preocuparnos ahora de otras cosas.
Bajo muy nerviosa. Me preocupa el comportamiento del
navegador. Si nos ha hecho una tontería en Zaragoza, es posible que ahora,
después de tantos kilómetros, no encuentre la señal del GPS. Una vez en el
garaje estoy completamente desorientada: ni sé donde estoy y por supuesto,
menos donde está nuestra autocaravana, pero...al final la encontramos. Pongo
todos los navegadores en marcha, y
compruebo que el camionero que me cierra la salida tiene una avería. Joder. No
me puede ocurrir esto... Cuando quedamos ya en el garaje pocos, consigue
arrancar su vehículo y rápidamente dejamos la nave. Y la suerte parece
sonreirnos, ya que el navegador principal encuentra la señal rápidamente y nos
guía al área más cercana, próxima a un lago. Pasan 10 minutos de las 20 horas.
La encontramos sin dificultad. Accedemos a lo que
parece una granja que tiene restaurante, un lago y amplios espacios. 10 euros
el día. Hay cuatro autocaravanas más. El sitio parece muy tranquilo aunque de
vez en cuando viene un olor algo pestilente, a huevos podridos que al parecer,
según nos dicen nuestros vecinos, se debe a unas aguas sulfatadas cercanas que
parecen ser estupendas y que la gente viene a tomar.. Pero nuestra intención es
únicamente pasar la noche para partir mañana a primera hora. Nos espera Roma y
Nápoles para intentar llegar a Milazzo, al Norte de Sicilia. Casi 800 km nos
separan de este destino.
Llegamos a
Sicilia
5 de julio,
sábado
Recorrido: Civitavecchia-Milazzo
Pernocta: Milazzo. Aparcamiento
Marconi. N38.2015; E15.243. 20€
Puerto: 38º13’08.74”N;
15º14’27.29”E
Me despierto
a las 5,30 y ya no consigo dormirme. A
las 7 nos levantamos, cargamos y descargamos agua y ponemos rumbo Sur con una
única parada en un Supermercado a comprar pan y repostar ya que en Barcelona se nos olvidó.
Y pagamos el “impuesto revolucionario”: un
trabajador nos guia a un surtidor y cuando nos lo llena comprobamos que el
importe supera en cuatro céntimos de euro el litro la cantidad que figura
expuesta. Al preguntar, enseguida averiguamos el motivo: por no haberla echado
nosotros si no el empleado. Lección aprendida.
Ahora rumbo a Roma. Circulamos por una autopista con
buen firme, limpia y cuidada. Cerca de la capital, el tráfico se hace denso, pero sin problemas.
Y la dejamos atrás para poner rumbo a Nápoles.
Como ya sabíamos, hasta Salerno pagamos 20 euros más
algunos peajes cortos en Roma. Nápoles me sorprende. No coincide con el caos
que vivimos hace unos 30 años cuando estuvimos aquí con nuestro Renault-11. Las
autopistas son anchas, con buen firme y la conducción segura y tranquila.
Comemos pronto y nos introducimos en la región
Calabresa donde un paisaje muy accidentado de escarpadas pendientes, con
profundos barrancos y cubiertos de vegetación no deja de acompañarnos.
Comienzan a aparecer obras y la velocidad se limita a 80 y 60 km/h, y los
carriles se reducen en muchos tramos a uno. Como era de esperar, porque las
cosas no cambian tanto, los conductores no parecen respetar los límites, y
nosotros, nos sumamos a ellos. Parece muy excesivo limitar a tan solo 60km/h la
velocidad.
Devoramos kilómetros continuando con nuestro
descenso al Sur y un poco después de Cosensa nos impresiona la carretera
que discurre colgada literalmente de las
laderas a través de viaductos, y a uno,
le sucede un túnel y a éste otro viaducto más. Vamos dejando las
poblaciones abajo, junto al mar. Es una obra de ingeniería impresionante.
Y no sin perdernos, ya que las obras nos desvían del
rumbo marcado por el navegador, llegamos a la zona de embarque. Las señales resultan algo confusas. Deducimos que debe
haber varias compañías. Llegamos al puerto y hay una taquilla en el acceso. Me
bajo a preguntar. 50 euros ida. Pero amablemente y en un buen castellano, me
explican que si compro “andato e retorno” me ahorro 18 euros y el billete queda
abierto durante tres meses.
Perdemos un ferry, pero rápidamente llega otro y en
tan solo 20 ó 30 minutos estamos al otro lado del estrecho.
Comienza
nuestro viaje propiamente dicho.
No podemos ver el Etna ya que hay nubes que lo cubren. Desembarco
rápido. Y tenemos nuestro primer contacto con la población isleña. Angel pone
el intermitente para pasarse al carril
izquierdo y adelantar. Oímos una sonora pitada de un autobús que viene a lo
lejos y que nos asusta, ya que el claxon es similar a la sirena de los
bomberos. Nos quedamos más que sorprendidos. Perplejos no sé si es la palabra
adecuada, pero ahora, debemos de acostumbrarnos rápidamente a sus “usos y
costumbres” y esto, debe ser una muestra de lo que posiblemente nos
encontraremos en la isla.
No conseguimos llegar a Milazzo antes de las ocho,
hora a la que cerraba la oficina que a través de Internet había localizado y
que vendía los billetes para la excursión a la isla de Estromboli. No había querido hacerlo desde España:
demasiados kilómetros por medio para concretar un día y una hora.
Pero una vez
en el puerto de Milazzo a las 20,30h con Angel aparcado en doble fila me dirijo a
una oficina que veo abierta, de Tarnav. Me confirman que mañana hacen la
excursión a esta Isla. Y prácticamente todo, incluso el precio (61€ cada uno)
es similar al que yo había visto a través de Internet por lo que dejamos reservados dos billetes para partir
mañana a las 11 u 11,30. La salida es a las 12. Le pregunto por un sitio para dormir
con la autocaravana y me da una papel del garaje “Marconi”. 20 euros menos un 10% si vamos con este papel.
Pero antes intentamos localizar las coordenadas de
un lugar al final del paseo marítimo donde alguien describe que pasó la noche. Pero
una vez allí, además de solitario,, hay una bonita señal de prohibición así que
damos la vuelta y ponemos rumbo a este garaje, no sin ciertas dificultades por
la conducción temeraria de las motos sobre todo. Todos, incluidos turismos,
pasan por donde pueden. En cuanto dejas un hueco se cuelan, coches, turismos,
motos, bicicletas, por la derecha, izquierda, por cualquier sitio y encima, es
de noche.
Llegamos a la dirección indicada, en una plaza junto
a una gasolinera, pero no vemos nada hasta que fijándonos más encontramos en su ángulo superior lo que parece ser una entrada. Parece que es
lo que buscamos. Es un semi-descampado,
donde aparcan coches y hay una carpa con mesas y sillas donde se prepara una
cena. Salen a recibirnos. Vigilado las 24 horas. Nos piden 20 euros día y tiene
agua, luz, carga y descarga de agua...y una “naveta” gratis a nuestra
disposición que nos lleva al puerto y nos recoge. ¿Qué más queremos y más a esa
hora...?.
Siguiente