16 de julio, Miércoles
La fuerza del fuego
Pernocta: Aparcamiento del Etna
A las 4,30 me despierto. Están entrando a buscar
coches, camiones y autocares. A las 7,30 encienden el motor de un autobús al
que se suma otro y no se van, así que
decidimos levantarnos e irnos de este odioso lugar que no tiene ningún
atractivo y que no hace más que sumar inconvenientes. Y sinceramente, no sé
como no les da vergüenza cobrar los 10 euros. El Etna al fondo se ve a estas horas despejado.
Y ponemos rumbo a él, parando antes en un Lidl. El navegador nos vuelve a equivocar guiándonos
por una carretera estrecha que parece poco transitada cuando hemos dejado atrás
una señal que nos indicaba otro camino, así que damos la vuelta y después de
preguntar, ascendemos por otra aparentemente mejor, con buen firme y suficiente
ancho.
Arriba el aparcamiento para autocaravanas vale 12
euros 24 horas. Nos instalamos junto a otras, con la cima del Etna por un lado
y la ciudad de Catania a nuestros pies. Nos acercamos al teleférico para
ascender a la cima. Cuesta 30 euros por persona y aunque hay niebla arriba, (lo
que se puede ver a través de unas cámaras) nos dicen que el tiempo es muy
cambiante. Decidimos comprar sólo los billetes del teleférico y arriba
pensaremos qué hacer según lo que veamos.
Mientras ascendemos contemplamos a nuestros pies una
escasa vegetación cuyo verdor contrasta vivamente con el color negro de la lava
volcánica. La niebla nos deja ver de vez en cuando bonitas vistas de Catania
con el mar al fondo. Una vez arriba vemos que la niebla es persistente y muy
caprichosa obedeciendo a ráfagas de viento que la lleva y la trae, descubriendo
y ocultando juguetonamente retazos del paisaje. Así compramos los billetes para
subir al cráter. Son 30 euros más por persona, lo que hace la bonita cifra de
60 euros por cabeza desde el aparcamiento hasta el cráter.
Nos esperan una especie de microbuses con carrocería
especial para andar por estos lares. Según ascendemos comprobamos toda la
desolación exterior que tiene una extraña belleza. Hay grupos de personas
caminando entre lava, lapilli, coladas…y nuestro vehículo asciende sin mayores
problemas hasta llegar a la cima. Estamos a casi 3.000 metros y la ropa que
hemos llevado para protegernos del frío no nos sobra: una sudadera y un fino
chubasquero que nos protege del viento.
Regresamos a nuestro vehículo, o al menos eso creemos ya que la mayoría de las caras son conocidas pero también hay otras que nos resultan nuevas y descendemos al aparcamiento donde comemos y descansamos un poco.
Pero si bien la ascensión es dura e intensa, también hay que decir que es corta. Y en poco tiempo nos encontramos arriba sobre un paisaje…difícil de calificar.
Contemplo un espectáculo absolutamente maravilloso,
extraño, especial, mágico…A estas horas, además, hay poca gente y sobre todo
disfruto del vivo contraste de los colores de la tierra: rojos, grises,
negros…, con el verde de las plantas que salpican aquí y allá y las florecillas
de vistosos colores que pugnan por buscar la luz del sol y que se abren paso
entre las ramillas verdes de las plantas. El azul del cielo, el blanco de la
niebla….Es difícil describir esta belleza y difícil comprender también como
esta desolación pueda ser tan hermosa,
aunque quizás se hace verdad el dicho ese de que la belleza está en los ojos
del que mira, y nosotros, en estos momentos, la vemos por todos los lados.
Podemos contemplar varios cráteres a nuestros pies y
al fondo, y por uno de los lados, el mar. Damos la vuelta a este fascinante
cráter que nos regala con sus colores y bajamos por el lado contrario.
Fotografiamos la flora. Es todo espectacular y ahora puedo decir que merece la
pena mucho el esfuerzo realizado para llegar.
También aquí recogimos piedras así que una vez abajo, las descargamos y nos acercamos a unas tiendas. Después decidimos visitar el otro cráter, el más sencillo. Ahora ya el número de personas que lo recorren ha bajado considerablemente y también contemplamos unas hermosas vistas desde otro observatorio totalmente distinto al primero.
También aquí recogimos piedras así que una vez abajo, las descargamos y nos acercamos a unas tiendas. Después decidimos visitar el otro cráter, el más sencillo. Ahora ya el número de personas que lo recorren ha bajado considerablemente y también contemplamos unas hermosas vistas desde otro observatorio totalmente distinto al primero.
Y pruebo el suelo. Era cuestión de tiempo porque la
forma redonda de estas piedrecitas es un reto continuo a la estabilidad.
Resbalo y doy con mis posaderas en él. Pero solo se queda en eso, eso sí, dejo
inútiles los pantalones de una azul claro celeste que ahora se han teñido de
color rojo. Ya se ha ido casi todo el mundo y
prácticamente estamos solos. Las mejores fotografías las hacemos en
estos momentos y de nuevo, los colores y sus contrastes es lo que más nos
sorprende: rojos, negros, anaranjados, verdes, amarillos, azules,….ocres….¡dios
qué belleza!.
La noche extiende lentamente su manto mientras que
visitamos algunas tiendas. La temperatura invita a cenar una sopa caliente. La oscuridad
se va cerrando a nuestro alrededor hasta
completarse. En un momento determinado abro la puerta de la autocaravana y me
quedo asombrada de lo que veo: a nuestros pies, abajo, como si lo viéramos a
vista de pájaro o con una descripción menos poética, a vista de avión,
contemplo la ciudad de Catania. Luces blancas y naranjas se extienden a mis
pies por toda la llanura. La costa queda perfilada también por estas lucecillas.
Parece una postal navideña. Es una completa belleza. Ya había leído a alguien
que años atrás había dormido aquí y había hecho algún comentario similar. Y
realmente solo puedo decir esto. Todo lo demás, no alcanza a describir lo que se veia. Ha sido
un día muy completo, de una belleza peculiar, salvaje, sobrecogedora…y ahora,
esto parece poner el broche de cierre perfecto.
Los vecinos de al lado, que han subido en un grupo
de tres autocaravanas, están cenando al raso. Se han abrigado y no sé cuanto
pueden aguantar, pero a las 22,30 se rinden al fresco de la noche y cada
mochuelo a su olivo. Nosotros nos entregamos rápidamente al sueño.
Pero a eso de la 1 de la mañana nos despierta el frío.
Nos echamos una manta pero aun así tenemos que poner la calefacción. Y es que
se ha levantado aire en el exterior que ha debido bajar aún más la temperatura.
A partir de aquí sin ningún incidente mas que alterara nuestro sueño, dormimos
hasta las 6 y luego un poco más hasta las 7,30 horas.
17 de julio, jueves
La grandeza de
lo pequeño
Recorrido: Etna-Taormina
Pernocta: Area de Giardini Naxos (lagani parking 37º49’20”N; 15º15’59”E)
Sobre las 8 nos vamos desperezando y preparando para
bajar ahora a Taormina. Según lo previsto,
nos queda esta ciudad y las Gargantas de Alcántara para dejar la Isla. Tanto el italiano del ¿área? de Catania como
lo que leemos en campingcar-info desaconsejan conducir por Taormina, así que
buscamos un área junto a la playa, en
concreto en Giardini Naxos, con la
intención de dejar allí la autocaravana y en autobús acercarnos a esta ciudad.
Descendemos del Etna y ya nos cruzamos con autocares
cargados de turistas. Angel va haciendo fotografías de la vegetación de la
zona: castaños mezclados con arces, algún
roble y sobre todo la retama del Etna, que aquí no son arbustos sino casi
árboles en floración. Esta zona parece menos castigada por las erupciones del
volcán por donde ascendimos ayer desde Catania. Pasamos por dos poblaciones y
como siempre, con cuidado y evitando el centro. Tomamos la autopista para
dejarla después de unos 20 km y nada más salir, tenemos que hacer dos veces una
más que curiosa rotonda. ¡Qué
señalización más complicada!.Ni con todo el cuidado del mundo, ni con cuatro
ojos ni con los navegadoras, te libras del error por la confusa señalización
que tienen en las carreteras, sobre todo en las rotondas. Pero a la tercera
acertamos y encontramos el área donde nos encontramos ahora, que más bien
parece un camping ya que está parcelada y arbolada y a unos 300 m de la playa.
Pedimos sombra y nos complacen pero como la parcela está ocupada, dejamos la
autocaravana donde nos sugieren y ellos nos guardan el sitio hasta que regresemos.
22 euros. Wi-fi comprendido aunque un poco extraño ya que solo permite la
conexión de UN solo aparato, o teléfono móvil, o tablet o pc, pero dos....no. Y
las duchas son solo con moneda y no
existe la posibilidad de darte una ducha de agua fría que ahora apetece.
Además, nosotros estamos teniendo algunos problemas con la nuestra, que no
parece tragar bien. Aunque salimos de casa con esto comprobado, ahora están
surgiendo inconvenientes
Dejamos la autocaravana y a eso de las 11 nos vamos
a Taormina. La estación de autobuses,
bueno, el puesto, esta a 200 m y salen cada 30 minutos a los cuartos y cuarenta y cinco. 3 euros ida y
vuelta y además, milagrosamente son puntuales.
Ya en el autobús, que realmente es un cómodo autocar
con aire acondicionado, comprobamos que hemos hecho muy bien en dejar la autocaravana.
Antes de llegar a la ciudad, circular resulta muy complicado con motos, gente
que transita por la carretera en ausencia de aceras y que hay que evitar,
coches, camiones… Y de pronto empezamos a ascender por una estrecha carretera con curvas “tornantes” que dan miedo. El autocar tiene que invadir por completo el
sentido contrario para poder girar en estas endiabladas curvas y vienen turismos de frente, y también,
autobuses. ¡Cómo me alegro de no haber ni intentado acercarme! Porque además,
no hay ningún aviso de esto. Si me encuentro yo en algo similar, creo que me paro
y tienen que venir a sacar la autocaravana de aquí. Pero lo peor es que es una
ratonera, ya que no hay aparcamiento arriba. El autobús llega a una reducida
explanada donde se detiene y nosotros tenemos que seguir subiendo a pie
por la carretera hasta que una puerta nos adentra en una ciudad que en esta
parte es peatonal.
Es pequeña, pero con mucho encanto. Y rincones
especialmente particulares y bellos. Pero nuestro destino inicial era el teatro
greco romano y en el camino, encontramos el Palacio de la Corvaia del XV que
actualmente es una oficina de información y turismo donde nos proporcionan
datos sobre las Gargantas de Alcántara a tan solo 15 km de donde estamos y que
tenemos previsto visitar mañana.
Por la via Teatro Greco, cuajada de tiendecitas,
ascendemos hacia el teatro greco romano. Hacemos un poco de cola y accedemos a
él por un lateral del escenario.
En un principio su aspecto nos parece normal, e incluso Angel comenta que no sabemos lo que tenemos con Mérida, pero cuando subimos por sus gradas podemos comprobar que lo más espectacular de este teatro son las hermosas vistas que tiene. Desde lo alto de su cávea y, sobre todo, desde las terrazas que están encima del escenario, se puede gozar de un panorama inolvidable. Encaramado en la cima de una colina, su escenario se cierra con unas hermosas vistas sobre la costa y el mar que se ve ambos lados. Una costa muy hermosa donde el azul del mar contrasta con el verdor del arbolado cercano y cerrando este incomparable marco el Etna al fondo con su impresionante cono elevándose hasta perderse en las nubes. Al menos si el espectáculo no era del agrado de algún espectador, se podía conformar disfrutando de unas inmejorables vistas.
En un principio su aspecto nos parece normal, e incluso Angel comenta que no sabemos lo que tenemos con Mérida, pero cuando subimos por sus gradas podemos comprobar que lo más espectacular de este teatro son las hermosas vistas que tiene. Desde lo alto de su cávea y, sobre todo, desde las terrazas que están encima del escenario, se puede gozar de un panorama inolvidable. Encaramado en la cima de una colina, su escenario se cierra con unas hermosas vistas sobre la costa y el mar que se ve ambos lados. Una costa muy hermosa donde el azul del mar contrasta con el verdor del arbolado cercano y cerrando este incomparable marco el Etna al fondo con su impresionante cono elevándose hasta perderse en las nubes. Al menos si el espectáculo no era del agrado de algún espectador, se podía conformar disfrutando de unas inmejorables vistas.
El teatro fue construido por los griegos y reformado
casi completamente en la época romana. Por su amplitud, es el segundo teatro
clásico de Sicilia después del de Siracusa.
Por la peatonal Corso Urmberto llena de comercios y
locales de restauración, vamos
atravesando esta ciudad descubriendo rincones idílicos en callecitas
perpendiculares, algunas extremadamente estrechas hasta llegar hasta la tercera
puerta y el Duomo, almenado, reformado en los siglos XV y XVI y transformado
dos siglos después. De su interior no
nos llamó nada especialmente la atención,
aunque sí la fuente barroca que se encuentra en el exterior.
En nuestro camino y cerca de la hora de comer, fuimos
observando los precios de los restaurantes, algunos en sitios deliciosos: unos
20-25 euros por persona y ninguno tenía menú. Ya en el final, después de la
tercera puerta, elegimos uno, sencillo, pequeño. En su sombreada terraza
quedaba solo una mesa. Una ensalada de tomate con queso fresco aderezada con un
aceite excelente, y una pizza cada uno, de buen tamaño y exquisitas, más bebida
y cubierto, 30 euros, lo que nos pareció más que adecuado. Y a mí, de buen comer, me costó acabar con la
pizza. Y lo completamos sucumbiendo una vez más a la tentación de un buen
helado, que se derretía con mayor rapidez de la que éramos capaces de degustar y
evitar mancharme el vestido de un blanco inmaculado se convirtió en casi un
arte.. Las manos terminaron pringosas, y
al final, tuve que bebérmelo.
Peleando y disfrutando de los helados deshicimos el
camino y nos dirigimos al autobús que tomamos quince minutos después de las 3
de la tarde para llegar al área alrededor de las cuatro.
Después de descansar nos acercamos a la playa por un
sombreado y agradable paseo de unos 300 metros junto a un arroyo limpio de
aguas transparentes. La playa, de arena
gorda o gravilla tiene un baño cuya salida es algo molesta si no se tienen unas buenas zapatillas de goma
ya que en la orilla abundan las piedras de considerable tamaño, pero el agua
tiene una estupenda temperatura y está limpia.
Después del baño, regresé a la autocaravana para darme una buena ducha, escribir y
ordenarme un poco, además de conectarme a Internet y ver que pasaba con mi
gente. Angel se quedó un poco más.
Ahora sigo escribiendo y la música de un cercano kiosco,
a la entrada del área, nos ameniza la noche.
¡Pero qué ruidosa es esta gente!. Tenemos lo pedido: sombra, pero no nos
imaginábamos esto. Esperemos que acaben pronto.
Por la noche me asomo al Etna, solo por curiosidad. Y
me quedo perpleja: en su ladera, por debajo de su cima, se ve un punto
luminoso de color anaranjado rojizo, muy intenso. A simple vista se ve también
otro a su derecha que estalla lanzando y desparramando material. Esto, dicho así, parecía que lo estábamos viendo a escasos
kilómetros, cuando en realidad podría haber unos 30. Unos “hilillos” de color rojizo anaranjado se derramaban
por la ladera hacia abajo. Espectacular, sobrecogedor, increíble,
sorprendente,...y absolutamente maravilloso. Llame a Angel y me fui a por los
prismáticos turnándonos con ellos. Lo veíamos bastante mejor pese a que la
distancia era considerable. Echamos de menos un buen telescopio. La gente
pasaba a nuestro lado y no hacia ni caso. Solo una niña con la curiosidad que
los caracteriza, comento: “¡ah!!! el Etna eructando”. Me sentí absolutamente
privilegiada por contemplar un espectáculo para nosotros único y allí estuvimos
hasta que nos aburrimos.
Alrededor de las 21 horas pregunté al dueño del área
cuando se acababa la música que nos “amenizaba” y me dijo que a las 3. Atónita, le dije que no se podía dormir a lo que
contestó entre sonrisas que luego se bajaba un poco y que la gente absorbía el
sonido. Me quejé amargamente y pedí
cambiarme de sitio. A regañadientes respondió
que solo a la “destra” (en realidad era a la “siniestra”...pero bueno) y ¡qué
malas pulgas el buen señor!. Me enojé mucho. ¿Cómo se puede regentar un área donde supuestamente la gente va a descansar
y al lado abrir una terraza de copas hasta las 3 y con la música a toda pastilla?.
Yo no lo comprendo y así se lo comentamos a los vecinos y nos trasladamos al
último rincón. Aquí el ruido del “chunta-chunta” era más tenue. Y que conste
que me gusta la música en la mayoría de sus estilos pero a un volumen adecuado
y que no sea machacona.
Tarde ya, pasada la media noche, nos fuimos a
dormir.
Hoy viernes las colas para embarcar en el ferry son
tremendas. Vinimos en “familia”, en un ferry
pequeño, y hoy dejamos Sicilia en
uno enorme. Mientras que cruzábamos el estrecho, nos despedíamos de esta
fascinante isla, llena de contrastes y que me ha cautivado. Y a pesar de que
aún nos quedan algunos días por disfrutar, siento nostalgia. Me he sentido
cómoda y tranquila y sus gentes son
adorables además de algo peculiares.
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18 de julio, viernes
Dejamos la
Isla
Recorrido: Taormina-Palmi
Aparcamiento
Gargantas Alcántara: N37º52’44.27”; E 15º10’32.14”
Pernocta: Area de Palmi (38.490188N; 15.86666E)
Y ahora, estamos ya en el continente en Palmi. Casi
en la punta de la bota. Es un sitio delicioso, en la misma playa. Estamos unas
cinco autocaravanas. La playa es de grava fina y cancajos, incómoda, pero hemos
disfrutado de una deliciosa y encantadora puesta de sol además de un estupendo
baño con el ocaso al fondo. Todo un lujo. 12 euros más 2 por electricidad.
Ducha caliente 1 €; la fría...debajo de una encantadora sombrilla que parece
que estas en el Caribe. La dueña regenta también un barecillo supertranquilo y
con buen busto.
Angel se ha dado su baño. Yo lo dejo para mañana.
Después de cenar nos hemos cogido las sillas y acercado a la misma orilla a
escuchar y ver el mar. Estoy tan cansada...que doy una cabezada como si
estuviera en el sofá de casa. Pero vuelvo a la mañana.
Antes de irnos hemos ido a la playa. El Etna sigue
exhalando fumarolas y casi a sus pies hemos disfrutado de un par de baños más
hasta las 11,30 en que hemos regresado y
recogido todo. Una hora más tarde estábamos rumbo a las Gargantas de Alcántara a donde llegamos 30 minutos después de circular
por más de lo mismo: sorteando coches, motos, gente…
Llegamos a un gran aparcamiento donde dejamos la autocaravana (N37º52’44.27”; E
15º10’32.14”). Y efectivamente, y como
nos dijeron ayer, la entrada más grande y vistosa es la que gestiona una
empresa privada que cobra 8 eurazos por un ascensor que te baja a la garganta.
Después de preguntar hemos encontrado la entrada pública y gratuita que está
saliendo de este aparcamiento a la izquierda subiendo por la carretera. Eso sí
y para no olvidarnos, sorteando los coches aparcados en la misma carretera. No
hay aceras.
Hemos descendido por una escalera hasta llegar a un
río de lo más popular, lleno de gente por todos los sitios, y justo frente a
nosotros estaban las columnas prismáticas de basalto que queríamos ver. Mojándonos un poco más que el culo, podríamos
haber seguido andando por la garganta, ya que aquí el río discurre encajonado entre
dos paredes verticales, pero el agua llegaba hasta el pecho con lo que ir con
cámaras de fotos era algo arriesgado, eso al margen de que se avisa de que el
agua está muy fría, así que hemos subido las escaleras de regreso bastante
penosamente por el calor.
Desde abajo se veía un camino que circulaba por la
parte superior de la garganta pero cuando he intentando entrar para recorrerlo me han pedido 8 euros. Algo sorprendida he
respondido que ya había bajado andando y que no quería usar el ascensor a lo
que ha respondido que era todo incluido. Vamos, o pagaba los 8 euros por recorrer el camino o nada.
Así que indignada, me he dado la vuelta y regresado a la autocaravana jurando
en hebreo. En todos los sitios “cuecen habas” y en algunos…hasta echan chorizo.
Hemos comido, descansado y ya rumbo a Messina por la
autovía. A poco de llegar hemos tenido que frenar bruscamente permaneciendo parados a la
entrada de un túnel. Un accidente, que se ha resuelto pronto. Solo chapa. Es lo
menos que puede ocurrir para cómo conducen y deben estar más que acostumbrados
a este tipo de accidentes
Rumbo Norte. Debido a las obras, Angel se confunde en un sitio donde la carretera se
divide en dos y de pronto nos encontramos descendiendo desde la autopista a una
carretera comarcal que discurre por la costa. Es hermosa, hasta que llegamos a una población y aquí
comienzan los problemas ya que continúa
ascendiendo tortuosa y estrecha por el centro de la localidad. En un
momento determinado llegamos a un túnel y nos encontramos frente a una
furgoneta. Únicamente doblando los dos espejos retrovisores, el suyo y el
nuestro, conseguimos pasar justos. Y llegamos de nuevo a la autopista que
dejamos algo después para llegar al lugar donde nos encontramos ahora
Ahora cuando dejan de pasar coches, que apenas lo
hacen, solo se oirá el tecleteo de mi
ordenador y el ruido de las olas rompiendo en la playa. Es un lugar delicioso, aunque,
me imagino que por el día, sin una sombra....no debe serlo tanto.
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