12 de julio, sábado
El lujo del pasado
Recorrido: La Escala del Turco (Porto Empédocles)-Enna-Piazza
Armerina (Villa romana El Casale)-Agroturismo Gigliotto.
Pernocta: Agroturismo Gigliotto. Gigliotto. Piazza Armerina (37º17’23”N;14º23’15”E)
Aparcamiento
Enna:
Castillo: 37.5676N;14.28724E.
Aparcamiento Villa El Casale (Piazza Armerina):
37º22’6”N; 14º20’2”E
Me he despertado a las 5,30, luego una hora después
pero casi de inmediato y sorprendentemente he estado durmiendo de un
tirón hasta las 7,30. Con mucha tranquilidad nos hemos desperezado y después de
desayunar alrededor de las 8,30 nos hemos encaminado de nuevo a los blancos acantilados.
Y tengo que confesar mi desgana, pero más que nuestra perece pudo el atractivo de
dar un buen paseo por la playa cuando todavía el sol no castiga disfrutando del
frescor de la mañana con las suaves olas acariciando nuestros pies. Y volver a contemplar con otra luz lo que ayer
nos dejó estupefactos por su belleza era un aliciente más. Era algo que no
debíamos permitirnos, aunque hubiéramos perdido ya el factor “sorpresa”. Así que nos hemos descalzado e iniciado
nuestro paseo playa adelante. Hoy no hace viento y el mar esta más tranquilo,
pero el agua, curiosamente, esta fría, más que en el Norte de la Isla , en San Vito lo Capo. No
invita nada al baño.Y llegamos a donde íbamos. Ahora el sol ilumina lo
que ayer estaba oscuro y el sol,
acariciando el acantilado, hace que las
paredes despidan toda su blancura con una intensidad deslumbrante. Su blanco inmaculado contrasta vivamente con
el tono azul intenso del mar y con el
menos intenso del cielo.
Si por la tarde el blanco estaba teñido con cierto
tono dorado pálido, ahora es luminoso y lo hace parecer distinto. Es un sitio
especial a esta hora y con esta luz.
Hacemos las fotografías que podemos porque llega gente y no para de
hacer lo mismo que nosotros y en
concreto hay una pareja que parece una pesadilla ya que están en todos los rincones
haciéndose fotos de forma compulsiva y
en todas las posiciones posibles.
Una vez arriba, lo que ayer nos pareció tan mágico,
a estas horas lo era menos ya que la luz del sol no incidía directamente sobre
la pared y la iluminación oblicua generaba sombras que restaban belleza a la
imagen que teníamos. Ahora, toda la magia estaba en esta rampa blanca y casi
lisa por la que se accedía al acantilado. Y aquí estuvimos un buen rato,
asimilando la belleza del momento.
Habíamos disfrutado de este lugar en dos horas bien
distintas, y por tanto, en dos momentos especialmente distintos. Faltaba tan
solo la puesta de sol. Todo no podía ser y ya habíamos hecho bastante.
Regresamos y cerca de las 10 nos preparamos para
partir. Rumbo directo a Enna, al interior de la isla.
De nuevo más de lo mismo: limitaciones de velocidad algo ridículas a
nuestro juicio, a 60 km/h por autovías, y señales también confusas. Hay que tener
mucho cuidado.
Llegamos a Enna, en la cima de una montaña. Tenemos que ascender.
Tengo anotados dos posibles aparcamientos, uno que elijo por grande y otro, en
el castillo, que deshecho por temer que esté en el centro de la población. La
subida se hace por una carretera con curvas “tornantes” que cambian de sentido.
Y en un momento determinado llegamos a un semáforo y nos vemos obligados a
parar cuesta arriba, y siempre me cuesta
arrancar: si el “delicado” juego con los pies no me sale bien, se me cala. Pero esta vez lo consigo sin
problemas.
Llegamos al aparcamiento de la plaza de Europa. Hay
sitio de sobra pero cuando en el navegador vemos donde se encuentran los sitios
elegidos para visitar (catedral y castillo), aparecen al otro lado de donde
estamos, así que decidimos dirigirnos al otro aparcamiento. Y aparecen más
dificultades, ya que nos dirige por calles muy estrechas por lo que pedimos
ayuda a un amable siciliano que nos guía atravesando la ciudad por calles
cuesta arriba, llenas de tráfico, de gente y de un ancho más bien ajustado. ¡Mamma
mia...!.es una prueba de pericia al volante de una autocaravana, además de necesitar
ciertos nervios templados.
Y llegamos. Efectivamente, encontramos un pequeño aparcamiento
donde dejamos la autocaravana para dirigimos al castillo desde el que se
contemplan unas espectaculares vistas de la llanura y de lo que parece, y que
luego confirmamos, que es el Etna, cubierto por la niebla.
Este Castillo de Lombardía queda como
testimonio de su época aragonesa donde Federico II de Aragón consiguió el
titulo de Rey de Trinacria reuniendo el primer parlamento en el siglo XIV. Subimos
a la torre, llamada de Federico, paseamos por sus jardines y lo abandonamos
para dirigirnos ahora a la catedral.
Paseamos por calles poco acogedoras y con más bien
poco encanto hasta que llegamos. Accedo por una puerta lateral y en el interior
dos personas me dicen que está cerrada hasta las 15,00 h. Miro el reloj: las 13,30 así que le pido cinco
minutos que me concede para verla rápidamente y fotografiarla. El interior,
espacioso y vasto, presenta una exuberante vegetación de estucos de los siglos
XVI y XVII. Es muy hermosa, alegre y con un techo en madera de artesones que es
una autentica joya del XVI. Pero no
puedo dedicarme a ella, ya que debo cumplir lo que prometí y abandono el duomo
en escasos cinco minutos.
Salir de Enna tiene su complicación ya que dos
desviaciones por obras casi sucesivas nos alejan del camino trazado por el
navegador y temo meterme por algún sitio por donde no quepamos, Pero después de
preguntar y siguiendo las indicaciones que nos dan, conseguimos dejar esta urbe
sin mayores problemas.
Es la primera ciudad del interior con la que nos
topamos y la experiencia no ha sido muy positiva. De hecho, si después de
visitarla tuviera que hacer una
valoración, afirmaría que no compensa el esfuerzo realizado con lo que habíamos
visto aunque posiblemente nos hemos dejado cosas interesantes por visitar.
Ahora rumbo a Piazza Armerina, a la villa romana del
Casale. Pero antes de llegar nos aguarda otra sorpresa. Tenemos que
atravesar parte de esta localidad. De nuevo subidas, pero sobre todo bajadas de
vértigo y exclamo: “¡ojo como tengamos
que subir por aquí!”.
Salvada esta localidad, respiramos otra vez y en
pocos kilómetros llegamos a esta villa romana. Aparcamiento de pago muy amplio.
Seguimos sin ver autocaravanas y eso que hoy es sábado.
Comemos, y yo me tengo que estirar en la cama un
poco. Estoy casi muerta y necesito recuperar algunas fuerzas. A las 16,30
estamos entrando en este lugar que resultó único.
Esta lujosísima morada de finales del III y
principios del IV, esta articulada en tres grandes conjuntos de salas,
peristilos, patios y estancias termales. Pero sobre todo he leído que tiene los
mejores mosaicos romanos del mundo...y debe ser cierto. Yo al principio lo
comparo con la villa de la
Olmeda en Palencia. Pero ésto es más, es corregido y ampliado.
Los mosaicos pavimentados, ornamentales
y figurativos decoran cada rincón. No existe en el mundo antiguo nada que se
pueda comparar por la cantidad dentro del mismo conjunto y por la magnificencia. El estado de conservación de la mayoría es
excelente. Los hay de todos los tamaños, motivos y escenas.
Uno de los más famosos, muestra la escena de diez
jóvenes practicando deportes con bikini,
el “subvligar” en las caderas y una faja
que cubre los senos.
Al salir el guarda del aparcamiento nos dice que por
5 euros podemos pasar la noche muy cerca de allí en un sitio bello y sombreado,
en la villa de las maravillas. Nos indica que cuando lleguemos al hotel,
tomemos a la izquierda. Decidimos ir a verlo pero cuando llegamos, el sitio no
nos gusta. Los árboles tienen las ramas
muy bajas por lo que daríamos en el techo con ellas. Además, estamos solos y no
queremos que nadie nos moleste, como posiblemente pudiera ocurrir ya que nos
ofreció ver el museo que está allí de forma gratuita. Y reflexiono también en
lo poco sociables que nos hemos vuelto con los años. .
Así que seguimos con nuestra idea de ir a un
agroturismo, a conocer esta fórmula. Parece que son granjas que admiten autocaravanas.
Ésta en especial tiene hasta piscina y para allá nos encaminamos. Nos separan
tan solo 15 kilómetros, pero....hay que atravesar parte de Piazza Armerina. Recuerdo
la pronunciada y sinuosa bajada y le pregunto a Angel si se atreve. Contesta
que sí.
Al entrar veo una señal que aconseja circular por
allí a camiones y autocares, pero el navegador marca otra ruta y Angel decide
seguir por donde le indica. Y nos encontramos con el mismo camino que nos trajo de ida, solo que
ahora, había que subir. Para arriba en primera, pero en un momento determinado cambia a segunda,
le grito que no...y lo que me temía pasa: se cala. El creía ir en tercera. Nos
quedamos atravesados en una curva. Tranquilidad...salimos y seguimos. Entonces
el navegador nos guia por una calle
interior y tras una curva nos encontramos con una cuesta estrecha y de
pronunciada pendiente. Esta vez va en primera, pero no repuesto de la sorpresa…se
cala de nuevo. Y allí estábamos, con un turismo de frente, otro detrás y en
medio de una estrella y empinada calle.
Menos mal que los otros vehículos son conscientes de nuestra dificultad y no
dicen nada. Más bien lo contrario y se retiran para facilitarnos la maniobra de
escape.
Angel, compungido y preocupado por lo ocurrido me
cede el puesto de piloto. Doy marcha atrás y mando al navegador a tomar por
….Ahora me envía por una ancha calle, en vez de por estrechos callejones como
había hecho antes. Todo parece ir bien. Todo se ha quedado en un momento más
que desagradable.
Sin mayores problemas llegamos a este agroturismo,
Gigliotto. (37º17’23”N;14º23’15”E) Nos encontramos con una elegante hacienda
que además es hotel y restaurante, donde vemos aparcados varios turismos,
algunos caros, con matrícula holandesa.
Preguntamos y en un lateral de un bonito y elegante edificio de piedra dorada
hay unos puestos de luz. 20 euros. Cena 30 euros lo que nos parece caro para
nuestros bolsillos y le pregunto si venden el vino que producen. Nos lleva a
ver los distintos tipos y compramos dos botellas. También producen aceite de
oliva virgen extra, pero de nuevo, es caro y esta vez piden 10 euros por litro.
El lugar es una preciosidad. Tiene una terraza con
unas impresionantes vistas al valle y desde donde en días claros se ve el Etna.
El restaurante esté en esta terraza. Decidimos
darnos un baño.
Y descubrimos una piscina de lujo. Grande y solitaria a estas horas, colgada sobre unas inmensas vistas panorámicas. Me siento como la propietaria de esta hacienda y susurro divertida inclinada sobre la barandilla de la piscina y asomada a este balcón que se abre a mis pies a los que se extienden los viñedos: “como Falcon Crest”. ¡¡Que más quisiera!!….Vuelto a la realidad, que no está nada mal, y me acerco a darme una ducha. Y de pronto…regreso a Sicilia, a esta isla que parece llena de contrastes y es que ahora, mirando las cortinas de la ducha dudo de cuándo han sido limpiadas por última vez porque además de telarañas, hay restos de excrementos que han dejado las golondrinas que en su día parecieron habitar un nido que está situado encima de la barra y que ahora parece abandonado. La ducha es digna, pero…podría estar más limpia, sobre todo porque contrasta vivamente con la cuidada piscina y su entorno. Pero por la noche encuentro la explicación.
Decidimos ir a cenar y además, con el menú completo.
30 euros por persona. La cena se sirve en la terraza de la parte posterior, un
sitio delicioso colgado de una ladera. Hay muy pocas mesas ocupadas. Elegimos
una situada en la esquina. Son de cerámica con el nombre del agroturismo grabado.
Tomamos unos entrantes consistentes en una especie de pisto muy bueno,
aceitunas, una berengena rebozada con algo más y un trigo inflado con agua y aderezado
con aceite, vinagre, y otras hierbas. De primero llegaron unos macarrones con
queso y pasta rellena con setas para
terminar con un filete de algo parecido a cerdo, y salchichas con judías verdes. Luego sandía
y un trozo de tarta. Regado todo con una botella de vino de
su cosecha y agua.
Estaba todo muy bueno, pero tampoco puedo
calificarlo como especial o exquisito. El sitio sí lo era y posiblemente fuera
lo mejor. Una luna llena iluminaba los viñedos que teníamos a nuestros pies, y
brindamos por nosotros, por nuestro segundo aniversario, por nuestros hijos,
por nuestros amigos, por el camarero, la madre del camarero....y …dejamos de
beber vino, porque yo no suelo beber y entre los dos llevábamos ya más de media
botella y aunque Angel decía que seríamos capaces de llegar a la autocaravana,
no era cuestión de dar la nota en un sitio aparentemente tan selecto. Aunque Angel me llamó la atención sobre la
pareja de la mesa de al lado que iban ya
por la segunda botella.
Y ahora llegaba lo peor. Habíamos elegido el día en
que se celebraba una boda y la música, aunque tranquila y agradable, estaba muy
alta y cuando pregunté al camarero me dijo que la hora de finalización podría ser la 3 o las 6. Estupefacta, pedí otro sitio donde dormir ya
que la zona de las autocaravanas estaba a escasos metros de la música y
amablemente nos dejaron avanzar hasta quedarnos al pie de las viñas en un
lateral de la terraza. Yo acudí a mis tapones de cera que son milagrosos. Es
increíble lo que una cosa tan barata pueda ser tan útil proporcionando en determinadas situaciones
sueño y descanso.
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