PALERMO.Ciudad de contrastes.

8 de julio, martes.
Palermo: ciudad de contrastes.

Pernocta: Area de autocaravanas Green park. Palermo (38.109N; 13.3424E)

A las 7 estamos despiertos y media hora más tarde levantados. La noche no ha sido tan fresca como las de Milazzo y hemos tenido que echar mano del enfriador.

A las 8,45 nos dirigimos a las catacumbas de los Capuchinos. No es un sitio que yo había elegido, pero esta muy cerca, así que 5 minutos antes de las 9 estábamos en la puerta. A las 9 en punto accedemos junto con otra pareja que esperaba, ella muy bien vestida....Yo....un puntazo: un vestido blanco amplio para ahuyentar el calor pero....unas playeras de verano grises de andar por la montaña con calcetines incluidos. Todo un modelito. Pero se trataba de estar cómoda y de que los pies no dolieran. Si esto sucedía, se acababa todo, así que fuera los complejos. Y a posteriori tengo que confesar que mi indumentaria llamaba algo la atención: los italianos, después de mirarme a la cara, bajaban su vista a mi calzado.

Retomo el relato. Bajamos a este....no sé cómo llamarlo porque lo que realmente es, es un macabro cementerio de tumbas descubiertas. Los nichos están abiertos con sus muertos dentro y si no, éstos  cuelgan por las paredes, como si fuera su particular y morbosa decoración, cubriéndolas todas. Son momias o esqueletos vestidos que han colocado en hileras, de pié, tumbadas o colgadas y ordenadas por sexo, edad y condición social. Impresionante.

Desde el siglo XVII los frailes comenzaron a enterrar en las catacumbas a los palermitanos que podían costearse el costoso proceso de momificación que descubrieron los monjes. Básicamente los pasos que llebavan a la conservación de los cadáveres pasaban por mantener el cadáver en una cueva de ambiente muy seco para que el cuerpo “sude” la humedad durante ochos meses, para posteriormente exponerlo al sol tras un baño de vinagre en una terraza hasta que la piel se acartonara, dotando a los gestos de la cara de muecas grotescas y desencajadas.

Así que paseamos entre muertos que colgaban por las paredes, con ropajes deshilachados y destrozados –aunque en su día fueron sus mejores galas-, nichos abiertos, sarcófagos con sus dueños respectivos...La mayoría de las momias (cerca de 8000) datan del siglo XIX.

Angel dice que no es un lugar para recomendar y yo creo que si bien esto es cierto, hay que conocerlo para tener un dato más para tratar de comprender el carácter de estas gentes. Sin pararnos, ni mirar mas detalles escabrosos, dejamos este lugar sin poder hacer fotografías ya que había carteles que informan de que se trataba de un lugar religioso y  de que había cámaras de video. Sinceramente, cualquiera se saltaba esta prohibición en un lugar...así.  (Las imágenes proceden de Internet)

Nos dirigimos ahora al Palacio Real o Palacio de los Normandos, que dista unos 800 m del area.  Vamos contemplando nuestro entorno: hay mucha suciedad por todos los lados, todo parece descuidado, mucho tráfico, edificios vetustos también descuidados, con desconchones en sus fachadas, malas hierbas crecen en alcorques y  por donde pueden, gente en las fuentes que recoge agua en bidones…. En algunos lugares observamos una fotografía de alguien que supuestamente ha
fallecido en ese punto ya que hay flores. Nos sentimos algo sobrecogidos. El tráfico es anárquico y cruzar una calle es un poco aventurado, pero...hay que hacerlo.


Del palacio solo podemos visitar la Capilla Palatina que resulta absolutamente espectacular. Más pequeña que la iglesia de Monreale, pero igualmente hermosa. Cubierta por delicados mosaicos bizantinos resulta alegre, elegante y  colorida creando originales efectos cromáticos.   Y de nuevo nuestra vista deambula ansiosa por los pequeños rincones de esta capilla y si bien toda ella es preciosa, el techo destaca especialmente por su artesonado de madera del que cuelgan artísticas  estalactitas y alvéolos. Es única. Nos  sentimos atrapados por su magia, absorbidos por  su belleza. Es muy hermosa y hay muy poca gente lo que la hace más atractiva aun y de visita imprescindible.



De aquí nos dirigimos a la iglesia de San Juan de los Eremitas. Cambiamos de estilo que contrasta vivamente con la de la Capilla Palatina.  Del siglo XII se edificó sobre un edificio árabe. Sencilla, sobria, de ladrillo, sin ninguna decoración interior, resulta muy armoniosa y su arquitectura parece trasladarnos a una mezquita, rodeada además de bonitos y sugerentes jardines de naranjos y limoneros, pequeños y muy coquetos. En el exterior encontramos el claustro, cuadrado con pequeños arcos sostenidos por columnas ordenadas en un ritmo continuo y regular.

Una vez en el exterior Angel ve una señal  que nos indica hacia el mercado de Ballaro. Muestro mi desacuerdo con él en ir, ya que  no he leído nada sobre este lugar y por tanto,  no estaba prevista su visita, pero él insiste y dice que el encargado del aparcamiento nos había hablado de él.

Y cedo. De pronto nos vemos sumergidos en una especie de submundo o inframundo, un barrio que se cae a trozos, donde la suciedad lo invade todo. Vemos incluso basura que en montones, rodea  ( y no exagero) contenedores que están patas arriba y que llegan a su misma altura y pensamos que hay huelga de recogida de basuras. Pero no es así. Estos montones están compuestos de todo tipo de restos: orgánicos en bolsas, mobiliario, aceite....Muchos de los decrépitos edificios parecen  en ruinas. Le digo a Angel que ésto me parece “territorio comanche” y vamos no solo sorprendidos, sino  un poco sobrecogidos tratando de asimilar lo que vemos. 


Y de pronto nos encontramos en una calle cuajada de puestos callejeros donde se vende de todo. Frutas, verduras, pescado, carne, diversos objetos, ropa....pero sobre todo abundan los puestos de fruta y verduras lo que añade un colorido y alegría especial a ciertos rincones. Algunas de estas frutas o verduras nos resultan completamente desconocidas y no sabemos identificar. También hay especias, ordenadas y expuestas cuidadosamente. Es curioso que parezcan ser tan cuidadosos estéticamente hablando en sus  puestos y tan descuidados y sucios en sus calles.

Nos sentimos hechizados. Colores y olores, entran por todos nuestros sentidos y nos embriagan. Recorremos la calle embelesados, sorprendidos, sobrecogidos....Solo vemos una turista más que identificamos por su cámara. Realmente es un lugar de….lo más pintoresco y que yo recomendaría especialmente visitar, aunque hay que “prepararse” para ello.

Después ponemos rumbo a la catedral transitando por calles más que cutres, con edificios que al igual que antes, parecen caerse a cachos, calles estrechas con ropa tendida, sucias.... 


Y casualmente damos con una iglesia, la del  Gesu, cuyo interior nos sorprende con un barroco, que aunque recargado, no deja de ser elegante. Leo que hoy está muy transformada ya que sufrió importantes daños con los bombardeos de la II Guerra Mundial. Del XVI  su decoración interna está caracterizada por un ritmo infinito de esculturas, frescos, pinturas, mármoles veteados y coloridos y estucos que cubren cada rincón de esta iglesia dando una idea del boato típico de las iglesias jesuitas del Barroco y tengo que reconocer que aunque no me gusta el barroco ésta tenía un atractivo especial por su alegría y luminosidad.

Dejamos los colores de esta iglesia para sumergirnos de nuevo en el gris y la cierta tristeza de losdecrépitos y desangelados callejones y calles en dirección a la catedral. Parece que vamos traspasando líneas imaginarias que nos trasladan en escasos metros de un mundo a otro: de la profusión de colores,  orden y pulcritud, a los tonos ennegrecidos y a la suciedad. Así, nos encontramos casi sin darnos cuenta en  la calle que nos llevará a la catedral y que parece sacarnos en pocos minutos de ese submundo para adentrarnos en otro quizás más real o  más de nuestro gusto.

La catedral se encuentra en una gran plaza cuadrada donde destaca su portada y una elegante torre a su izquierda. Del interior, sinceramente no hay nada especial, excepto el ábside derecho con los restos de Santa Rosalía en una urna de plata, y a la izquierda la capilla del Sacramento, adornada con piedras preciosas y lapislázuli.

Plaza de la Pretoria
De la catedral ponemos rumbo a la Iglesia de la Martorana pasando antes por la plaza  de la Pretoria en la que se encuentra el Palacio Senatorio hoy sede del Ayuntamiento, y una elegante fuente central del XVI que está siendo restaurada.



Un campanario nos recibe a la entrada de la pequeña Iglesia de la Martorana y accedemos al interior. De nuevo nos  sorprende por su elegancia. Una vez más el toque  oriental que la dota de cierto exotismo, está presente en ella. 



La Martorana
Los espléndidos mosaicos bizantinos recubren sus paredes que se alternan y conviven con mármoles y frescos barrocos. Aquí se combinan varios estilos. El suelo, precioso, como algún otro que hemos observado, cubierto también de mosaicos donde predomina el color rojo, blanco y negro, con dibujos geométricos.


Y detrás de esta iglesia parece otra, completamente distinta, la de San Cataldo, del XII aunque reformada en el XIX.  El exterior es un cubo y en la parte superior hay tres pequeñas cúpulas rojas que la confieren de cierto aspecto oriental. 
San Cataldo

El  pequeño interior, austero y recogido es de sencillo y desnudo ladrillo, lo que contrasta con la profusión de colores y adornos de la Martorana de la que dista escasos metros.  La joven de la entrada nos recibe en castellano y dice que lo ha aprendido de los turistas. Esto se llama don de lenguas....!!!

El suelo, una belleza, donde un restaurador trabaja sobre pequeños pedacitos. Disfrutamos de esta nada habitual sencillez. Me siento  ebria. Paso de una decoración y arte completamente oriental y bizantino, donde el brillo y los dorados dominan, a un ladrillo pelado, sencillo, austero. De un estilo a otro distinto, y en tan  solo metros. La ciudad me fascina, me atrae, aunque también me repele por su descuidado aspecto y su suciedad.

De aquí nos dirigimos ahora al Instituto Cervantes a visitar a  Belen. Está cerca del puerto y del mercado de  la Vucciria. Nos cuesta trabajo encontrarlo ya que nos vemos inmersos en un laberinto de callejuelas estrechas  donde a estas horas todavía hay puestos y nadie parece saber donde se encuentra.  Cuando estamos a punto de desistir la encontramos. Está en una iglesia, si mi memoria no me falla, la de  Santa María de los catalanes.  Llamamos y baja a recibirnos. Nos enseña la iglesia, desconsagrada y dedicada ahora a las actividades culturales que organiza  el Instituto y de las que ella es la responsable. Que trabajo mas apasionante!!! creativo, variado, nada monótono y en  contacto con el mundo de la cultura en todo su amplio espectro. Muy enriquecedor.

Estamos un rato más con ella  en el que aprovechamos para resolver algunas dudas que teníamos. Así nos confirma que lo que cuelga de muchas fachadas son depósitos de agua, hablamos del más que caótico tráfico de la ciudad y nos  dice que nunca ha visto poner una multa de trafico, de la suciedad de la ciudad, etc., y luego nos acompaña para enseñarnos donde comer. 

Nos recomienda dos sitios, “La herradura del caballo” al otro lado de la calle principal  y otro donde podemos probar unas croquetas hechas de arroz y rellenas de jamón y queso u otras cosas (arancini). En un principio pensamos en tomar estas pelotas primero y luego irnos al restaurante.
Belén se despide  de nosotros  y la deseamos toda la suerte del mundo tome la decisión que tome, seguir en Palermo como responsable de las actividades culturales del instituto, o marchar a otro sitio, mucho más lejano, pero más cerca de su casa. Suerte Belen!!!. Todo un placer haber compartido contigo unas horas y experiencias muy especiales.

Nos quedamos en ese puestecillo dispuestos a comernos de pie las pelotas, pero observamos que la gente lleva platos con lo que selecciona y se sienta en mesas, algunas en la calle, y otras en un local que está justo en frente. Encontramos una mesa en un rinconcito, y decidimos degustar toda nuestra comida aquí. Angel se queda y yo voy al mostrador.

Durante varios minutos observo una especie de locura de platos que van y vienen pasando algunos por encima de mi cabeza, cómo los llenan con distintos manjares, todos igual de apetitosos. Gente que  entra y sale con platos, y a mí...nadie parece hacerme caso. Hago algún intento levantando tímidamente mi mano y diciendo “¡IO!” a ver si alguien se percata de mi presencia, pero es inútil. A punto de ser absorbida por esta locura, me oigo exclamar: “¡¿y quien me atiende a mi?!!” . Detrás de mí un joven me responde: “¡io!”. Vaya, que suerte he tenido!. No moriré de inanición viendo pasar platos llenos de comida. Así que elijo un par de croquetas (arancini) un calamar relleno y unas verduras que parecen muy apetitosas. Me voy a sentar y esperamos a que las calienten. Observo que no lo hacen en microondas, sino  en  un horno habitual. Y por fin llega. Las croquetas, a mi juicio, algo pesadas, pero buenas y originales. El resto también bastante bueno.

Ahora bajamos por un laberinto de callejuelas desvencijadas y cutres hacia el puerto. Una vez allí nos dirigimos por una amplia avenida al teatro Máximo. Nos llama la atención un vehículo de ejército que vigila la zona bajo el nombre de “operación ciudad segura”. Desde allí nos encontramos de nuevo en otro mercado, el del Capo, que están ya retirando y continuamos  perdidos por sus callejuelas hasta dar con la catedral y un curioso rincón cercano a ésta que tiene una colección de carretas muy coloridas típicas sicilianas. Y desde aquí iniciamos el regreso.

Durante nuestra visita a la ciudad fuimos testigos y más de una vez, del resultado de la caótica conducción por esta ciudad: un golpe entre dos turismos así como discusiones entre conductores de coches y de motos –por cierto, sus ocupantes van sin casco- , por maniobras que ponen en peligro a las motocicletas, principalmente, aunque para como conducen y cómo es el tráfico en esta ciudad, ocurren realmente pocos. Cruzar las calles...una aventura, aunque hay que observar como lo hacen ellos. De dos formas: o cuando se cansan de esperar porque no les ceden el paso, buscan otro sitio por donde es más facil hacerlo, o paran el tráfico poniendo el brazo en posición horizontal enseñando la palma de la mano  cruzando directamente. Los coches se paran aunque ojo con las motos, que como van haciendo “eses” buscando los huecos entre los turismos pueden atropellar a alguien.

En nuestro regreso paramos en un puesto de helados dispuestos a probar unos “bocadillos de  helado”; así que pedimos una bola de avellana y otra que nos dijo que era una especialidad de la isla, bueno, digo bola, pero realmente cogen el helado con una especie de espátula y a ojo. Se puede elegir entre poner las bolas en un cucurucho, tarrina o en un  pan similar a un suizo o media noche grande (“bocadillo”). Decidimos probar esta última variedad. Angel dijo que le gustaba más en cucurucho. A mi no me pareció mala la idea ya que al derretirse el helado va dando un consistencia cremosa al pan dulce de la media noche.

Poco después de las 17,00 horas llegamos al aparcamiento. Había ya más vecinos, todos italianos. Nos duchamos y aproveché para escribir un poco. Tenía atraso de dos jornadas, pero no conseguí ponerme al día y de hecho, ésto lo estoy escribiendo dos días después, cuando estamos en el area de Sciaca. Aprovechamos las últimas horas de wi-fi para poner y recibir whatsup, cenamos y nos fuimos pronto a dormir.

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